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Entrevista con Martín Molinero - Mi intuición falla

“Puedo decir con total seguridad que en la mayoría de los casos mi intuición falla” Martín Molinero. 

Entrevista en QuitarFotos a Martín Molinero por Marcelo Caballero.

En esta ocasión hablamos con Martín Molinero, de quien destacamos una frase en su discurso: “Puedo decir con total seguridad que en la mayoría de los casos mi intuición falla”.

 

El otro día, recordaba cómo empecé a conocer tu trabajo… y fue a través de la fotografía finalista en el London Street Photography Festival 2011. Debo confesarte que me gustó mucho tu fina composición de juegos de personas y sombras. Pero lo que más me sorprendió de esa fugaz y frágil escena urbana fue esa sensación de observar “algo” escondido, no visible. Y eso, desde mi punto de vista, le otorgó una profundidad simbólica interesante a la imagen. ¿Intuyes algo de todo ello, en  esos momentos no decisivos de la vida cotidiana que retratas con la cámara o salen de forma fortuita, al azar y en la postproducción tomas consciencia de ello? Explícame un poco sobre ello.

Se trataba de una serie de cinco o seis fotografías, pero creo que sé a cuál de ellas te refieres. Supongo que suele darse una combinación de intención, intuición y azar en proporciones variables. A veces sabes con cierto grado de certeza que la escena que se está desarrollando ante tus ojos tiene “algo” especial e intentas fotografiarla de la mejor manera posible en función de las circunstancias.

Fotografía © Martín Molinero Imagen finalista en el London Street Photography Festival 2011
Fotografía © Martín Molinero

 

En otras ocasiones todo es más intuitivo: disparas el obturador porque sospechas que allí ocurre “algo”, aunque no sabes bien de qué se trata hasta que ves la fotografía.

Por lo general, aquello que ocurría no era nada del otro mundo, sólo proyecciones e imaginaciones tras una larga caminata. Espejismos. Puedo decir con total seguridad que en la inmensa mayoría de los casos mi intuición falla.

Creo que el azar es un factor esencial. La suerte puede faltar sin menoscabo del valor de la foto, pero, cuando se da, la imagen se vuelve singular, única. Por supuesto, uno no persigue únicamente la suerte, sería demasiado frustrante.

Hay una forma de fotografiar más intencional o “activa”, por decirlo de algún modo, una forma más orientada a registrar algo que ya has visualizado previamente, aunque siempre se presenten variables que escapan a tu control, gracias a las cuales el resultado no es un mero artificio salido de tu mente. Por otro lado, hay una forma de fotografiar más intuitiva o “reactiva”, que depende esencialmente de lo que sale a tu encuentro. Esta última forma se apoya mucho más en el azar.

 

Creo que el azar es un factor esencial. La suerte puede faltar sin menoscabo del valor de la foto, pero, cuando se da, la imagen se vuelve singular, única. Por supuesto, uno no persigue únicamente la suerte, sería demasiado frustrante.

 

A medida que fui conociendo tu trabajo más en profundidad, fui encontrando diferentes interacciones entre personas y cosas como en esa primera foto que conocí y “ese algo” escondido, sugerente no me ha dejado de sorprender. Todo esa inagotable búsqueda, ¿se puede convertir en una obsesión? ¿por qué?

Sí, creo que puede convertirse en una obsesión. Es más, si hablamos puramente de fotografía de calle, las mejores fotos, en mi opinión, son el resultado de una dedicación obsesiva. Pero yo preferiría hablar de “pasión”, más que de “obsesión”. La pasión es el deseo vehemente de algo y, a la vez, el estado pasivo en un sujeto. Caminas durante horas y ese “algo” no aparece, o se presenta medio metro más allá o más acá de donde estás, o una décima de segundo antes o después de disparar el obturador. No depende de ti. No es algo que puedas crear, forzar o imponer. Sin esa pasión, sin el gusto de caminar por el caminar mismo, sin la alegría de estar allí fuera simplemente caminando, toda la empresa se derrumba por falta de sentido.

 

Es más, si hablamos puramente de fotografía de calle, las mejores fotos, en mi opinión, son el resultado de una dedicación obsesiva. Pero yo preferiría hablar de “pasión”, más que de “obsesión”. La pasión es el deseo vehemente de algo y, a la vez, el estado pasivo en un sujeto.

Sin esa pasión, sin el gusto de caminar por el caminar mismo, sin la alegría de estar allí fuera simplemente caminando, toda la empresa se derrumba por falta de sentido.

 

 

Fotografía © Martín Molinero
Fotografía © Martín Molinero

 


En una ocasión, habíamos hablado de la necesidad de hacer proyectos en el entorno donde vives y, de esa manera, aprovechar al máximo la cotidianeidad. Si mal no recuerdo, contaste que estabas inmerso en un proyecto que contenía ciertas analogías con Fuji de Chris Steele – Perkins. ¿Me podrías ampliar esta idea de trabajo?

Sí, me acuerdo. Cuando dije eso, hace ya algunos años, estaba interesado en lo que los anglosajones llaman “psychogeography”, una especie de aproximación lúdica y creativa a los espacios urbanos nacida del Situacionismo. Entonces me parecía que, para poder trazar el mapa psicogeográfico de un lugar, es decir, un mapa en el que se viera de alguna manera reflejado el resultado de la fertilización cruzada entre el mundo exterior y el mundo interior, era necesario vivir allí, habitar ese lugar, conocerlo en su cotidianeidad. Por supuesto, en esto uno avanza a tientas. Como dice T. S. Eliot, hasta que se quiebra el cascarón uno no sabe qué clase de huevo ha estado incubando. No hay recetas. Mezclas distintos ingredientes y vas probando qué tal saben, y luego ves si ése era el alimento que necesitabas. Si es agradable, si es nutritivo, si te sienta bien, sigues comiendo. Si te sienta mal o te debilitas, entonces buscas otra cosa. En el fondo es una opción personal. Yo no soy fotoperiodista, no busco informar, tampoco persigo fines puramente estéticos, por llamarlos de algún modo, ni pretendo que se me revele ningún arcano por medio de la fotografía. Es posible que mi interés por ella haya surgido de una especie de inquietud por la fugacidad y la caducidad de las cosas, una inquietud que me acompaña desde la infancia. Me refiero a la fascinación por el paso del tiempo, por nuestra irremediable finitud, es decir, en suma, por la muerte y la mortalidad. Creo que somos muchos los que nos acercamos a la fotografía por ese motivo. Queremos recordar. Deseamos preservar cierta memoria. Rescatar algo, aunque sólo sea una huella de lo que fue, un mero registro. Dejar algún rastro, aunque sólo sea una fotografía y aunque ésta también termine, al cabo de poco, por desaparecer.

En cierta medida es una rebelión casi infantil contra el inexorable transcurso del tiempo, una rebelión necesariamente condenada al fracaso. De ahí viene también la fascinación por registrar lo cotidiano, volviendo a lo que mencionabas.

En cuanto al proyecto inspirado en Fuji, de Steele-Perkins, surgió tras hablar con Carlos Prieto sobre ese libro, que yo no conocía. Entonces yo vivía relativamente cerca de Montserrat y todo fue cuestión de sumar uno más uno. Durante cuatro años me “refugié” fotográficamente en la montaña. La buscaba en el horizonte dondequiera que me encontrase, soñaba con ella y la visitaba casi diariamente. Tomé miles de fotografías. Con el paso de los años, la idea original se fue transformando. Ahora mismo, colgada en la pared junto a mi escritorio tengo una pizarra magnética con medio centenar de fotografías de ese proyecto. A medida que pasan los meses distingues las fotos que se atraen mutuamente y las que se rechazan, y vas viendo cómo algunas resisten el paso del tiempo y otras se marchitan sin remedio.

 

Es posible que mi interés por ella haya surgido de una especie de inquietud por la fugacidad y la caducidad de las cosas, una inquietud que me acompaña desde la infancia. Me refiero a la fascinación por el paso del tiempo, por nuestra irremediable finitud, es decir, en suma, por la muerte y la mortalidad. Creo que somos muchos los que nos acercamos a la fotografía por ese motivo. Queremos recordar. Deseamos preservar cierta memoria.

Fotografía © Martín Molinero

Me gustaría que elijas tus tres fotografías favoritas y me contaras el “backstage” de cada una de ellas. Cómo llegaste a esas imágenes.

No tengo fotografías favoritas. Cada vez pienso más en términos de grupos o series. Como ejercicio elijo estas tres, que fueron tomadas en los últimos tres meses y que podrían reunirse en el contexto de una serie. En ninguna de ellas el azar es decisivo y todas fueron más o menos visualizadas previamente. Son fotos repetibles, pero creo que pueden dar una idea de lo que últimamente busco en la fotografía.

 

 

Fotografía © Martín Molinero
Fotografía © Martín Molinero

 

Tomé esta foto hace tres meses. Lo que me interesa de esta fotografía, más allá de que admite numerosas lecturas, es que registra un mundo que nos es ajeno, en el que el tiempo transcurre muy lentamente: el mundo de los árboles y las piedras.

Es como una tragedia a cámara lenta: durante décadas, las raíces de un ciprés centenario destrozan minuciosamente el plinto de una escultura no menos vetusta (el sepulcro es de la segunda mitad del siglo XIX). Desde el aturdimiento de nuestro mundo acelerado planteamos la siguiente solución, que es también una especie de condena: anclamos precariamente al ángel Azrael al tronco del árbol culpable. Casi parece una fábula.

Incidentalmente, dos días después de tomar esta foto regresé al cementerio por la mañana. De pronto, mientras caminaba entre las lápidas, un alarido atroz, seguido de horribles chillidos, se oyó al otro lado de un muro.

Al cabo reconocí que los que chillaban eran cerdos. Los lamentos siguieron durante varios minutos, acompañados de silbidos y gritos de unos hombres. Al regresar a casa me enteré de que junto al cementerio hay un matadero… ¿No es significativo? Un matadero junto a un cementerio. Somos incorregibles. No sólo aplicamos los principios de la producción en serie para matar sistemática y concienzudamente a animales que, siguiendo criterios puramente económicos, fueron criados y engordados como pedazos de carne carentes de alma, sino que además somos capaces de hacerlo al lado del lugar en que enterramos y lloramos a nuestros muertos.

 

 

Fotografía © Martín Molinero
Fotografía © Martín Molinero

 

 

Esta fotografía fue tomada hace tres semanas en el cementerio del pueblo donde vive mi abuelo, en la Mariña lucense. En el nicho coronado por la quinta cruz contando por la izquierda, en la parte inferior de la fotografía, se encuentran las cenizas de mi abuela. Hace un par de meses, sin venir a cuento, mi abuelo, que pronto cumplirá 92 años, me dijo que, si yo quería, podía guardar mis cenizas allí. Supuse que últimamente pensaría bastante en su muerte (¿o tal vez me dijo eso porque me vio muy “cascoteado”, como decimos en Argentina?). Le pregunté si pensaba con frecuencia en la muerte. “No —respondió—, nunca, para qué preocuparse mientras uno está vivo”. Tal es la doctrina de Epicuro. La muerte no es nada para nosotros, porque mientras nos encontramos vivos ella no se halla presente, y cuando ella se presenta nosotros ya no estamos. Muchos consideran esto un sofisma, pero desde una perspectiva puramente fenomenológica es muy razonable. Así que tal vez en esta fotografía aparece mi futura tumba. Quién sabe. Supondría un bonito golpe de efecto, un buen “remate”, por así decirlo, que la umbelífera blanca del primer plano, fuera de foco, fuese una planta de cicuta. Le preguntaré a un amigo botánico. Posiblemente sólo sea una planta de zanahoria.

 

Fotografía © Martín Molinero
Fotografía © Martín Molinero

 

 

Tomé esta fotografía hace dos meses, en la iglesia de Nuestra Señora de las Angustias, en Aranjuez. Me gusta visitar las iglesias. Algunas personas acuden a ellas para buscar consuelo, y en eso tienen algo de hogar y de refugio, algo maternal. Incluso, a juzgar por el hecho de que, en muchas de ellas, como en ésta, el altar está presidido por una imagen de la Virgen (que se ve en el reflejo). Son lugares con mucho “pathos”, mucha “pasión”, y, como ocurre con los cementerios, tienen una gran carga simbólica.

 

 

Fotografía © Martín Molinero
Fotografía © Martín Molinero

 

 

Eres un apasionado de la luz mediterránea y, en ese contexto, ciudades como Barcelona están dentro de tus favoritas para fotografiar. Si vas a Londres o a París, ¿te sentirías igual de cómodo? ¿Por qué?

La verdad, para mí la mejor ciudad siempre es la más cercana… En general, intento adecuarme a lo que me encuentre en el momento, procuro ser versátil y adaptarme a las circunstancias. Últimamente estoy usando bastante el flash, que da una gran independencia.

 

En una oportunidad el fotógrafo de In Public, Nick Turpin señaló acertadamente que “la fotografía de calle es sólo fotografía en su forma más simple ¿Qué puedes agregar al respecto sobre esta opinión tan contundente que desmonta el poner nombres y etiquetas a todo?

Estoy de acuerdo con Turpin. No sé qué podría agregar al respecto sin meterme en el peligroso jardín de las definiciones.

 

A ti que te interesa más: la fotografía que posea como plus, un aspecto informativo o aquellas imágenes que persigan el lenguaje fotográfico en sí mismo? ¿Por qué?

Prefiero no pensar en términos excluyentes. Ambos tipos de fotografía me interesan, aunque, si he de considerar los dos extremos, creo que el más peligroso, por fácil y estéril, es el del mero formalismo. Tal vez el ideal estaría representado por esas fotografías que consiguen mantener la máxima tensión entre la forma y el contenido sin desintegrarse.

 

Fotografía © Martín Molinero
Fotografía © Martín Molinero

 

Muchos grandes fotógrafos como Jeff Jacobson, Cristóbal Hara, Alex Webb, Jay Maisel y otros consideran, generalmente, que es más difícil trabajar con color que en blanco y negro. ¿Qué opinas al respecto?

Sin duda lo era en la época de la fotografía de carrete, debido a las numerosas dificultades y limitaciones técnicas de la película color. Los fotógrafos que mencionas se forjaron en esa época y tal vez su apreciación está condicionada por ello. Son dos lenguajes diferentes y cada uno tiene sus dificultades. Es cierto que, cuando trabajas en un entorno lleno de variables que no controlas, añadir una más, en este caso el color, no hace sino complicar aún más las cosas. Pero también es cierto que con el blanco y negro debes ser capaz de visualizar monocromáticamente el mundo que te rodea, lo cual, a menos que seas daltónico, tampoco es tan sencillo.

 

 


Enlaces de Martín Molinero

Martín Molinero. Buenos Aires, 1975.
Instagram de Martín Moliner: https://www.instagram.com/_martinmolinero_/
Enlace en Street-Photographer de Martín Moliner: https://www.street-photographers.com/author/martinmolinero

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