“Nunca ha habido tanto talento en fotografía documental como hoy en día” Ricky Dávila.
Entrevista en QuitarFotos a Ricky Dávila por Leire Etxazarra.
En esta ocasión hablamos con Ricky Dávila, de quien destacamos una frase para introducir esta entrevista: “Nunca ha habido tanto talento en fotografía documental como hoy en día”.
Lleva más de 25 años haciendo fotos. Ricky Dávila (Bilbao, 1964) se confiesa afortunado por dedicarse a lo que más le gusta. Con varias exposiciones nacionales e internacionales a sus espaldas, su labor ha sido reconocida con premios como el World Press Photo o el Ortega y Gasset. Comenzó como fotoperiodista y ha trabajado para revistas de moda y fotografiado celebrities, pero su gran pasión ha sido siempre la fotografía documental. ‘Ibérica’, ‘Manila’ y ‘Todas las cosas del mundo’ son algunos de sus trabajos autorales más conocidos. Actualmente dirige el Centro de Fotografía Contemporánea de Bilbao (CFC), donde también ejerce de profesor.
¿Por qué eres fotógrafo?
Yo creo que por pura casualidad, por fortuna, porque no hay tanta gente a la que el oficio le coincida con la vocación. Y yo soy de esos pocos afortunados. Yo era un mal estudiante de Biología, y compaginaba las clases en la facultad con las clases en un taller de imagen en Algorta que impartía Antonio Herranz, y que, por cierto, sigue en activo. Era un lugar maravilloso. Cuando terminé la carrera tuve que decidir qué hacer, y yo tenía muy claro que lo de la Biología, en un caso como el mío, era un callejón sin salida. En ese momento me surgió la posibilidad de ir al ICP (International Center of Photography) de Nueva York y allí me gradué y me descubrí como buen alumno.
“No me gusta que me dirijan la mirada, que me digan qué es interesante y qué no”.
Ricky Dávila. Fotografía © Silvia J. Esteban
Tras estudiar en Estado Unidos regresas a España, a Madrid, y empiezas a trabajar de fotoperiodista. ¿Qué aprendiste en aquellos primeros años como profesional?
Aprendí, sobre todo, lo que es el oficio del periodismo, es un bagaje que tengo para mí, y también cobré conciencia de lo que no quiero hacer. Yo siempre he tenido una pulsión muy autoral en la fotografía, y eso, en el terreno documental, me ha creado un problema enorme, porque no me gusta que me dirijan la mirada, que me digan qué es interesante y qué no. Siempre me he sentido incómodo en esas situaciones y acabé buscando otros escenarios en los que moverme. Así que primero abandoné la prensa diaria, luego dejé de ser freelance (trabajaba para la agencia Cover y para cabeceras, que es una época que recuerdo con enorme cariño), y luego abandoné la propia escena editorial. Me di cuenta de que esos códigos para decidir lo que es interesante y lo que no impedían mi crecimiento.
“La fotografía documental ha sido, desde siempre, el territorio donde ha fermentado el verdadero talento fotográfico. No hay nada más bello que la fotografía documental”.

A partir de ahí tu fotografía va evolucionando hasta convertirse en más intimista.
Sí, pero entre una fase y otra yo hablaría de documentalismo subjetivo puro y duro. Es decir, de 1991 a 1995 trabajo de fotoperiodista, persiguiendo a Amedo, cubriendo Moncloa, y luego, con la agencia Cover, trabajo haciendo reportajes. Después de eso, hay un tramo amplio de años en los que trabajo con premisas documentalistas, y hago “Manila”, por ejemplo. Hasta el año 2000 me manejo en un tipo de documentalismo que es cada vez más subjetivo, y ya después sí que podemos hablar de lo que vengo haciendo últimamente, que es más introspectivo, más íntimo, y de ahí nace “Todas las cosas del mundo”.
¿Cuándo hablamos de fotografía autoral, intimista, hablamos de fotografiar “desde dentro” como dice Eduardo Momeñe, un autor al que conoces muy bien?
No soy muy proclive a establecer máximas. La fotografía permite mil aproximaciones. Es cierto que si uno tiene una aproximación autoral en lo fotográfico, al final está hablando de sí mismo, bien a través de los demás, o bien a través de su propio yo, pero eso no significa que la fotografía no tenga o no admita otro tipo de relaciones. Da igual que se trate de una crónica notarial pura y dura o de documentar hernias discales a través de rayos X. Yo simplemente diría que si hay una aproximación autoral, si uno usa la fotografía como un registro para encontrar una voz personal, ahí sí, directa o indirectamente, estamos dando cuenta de nosotros mismos, pero no sólo en fotografía, también en escritura, por ejemplo.
“Nunca ha habido tanto talento en la fotografía documental como hoy en día, pero buscarlo en las grandes cabeceras es como buscar buena música en los 40 Principales”.
¿Cómo ves la situación de la fotografía documental en la actualidad?
Muchas veces confundimos fotoperiodismo con fotografía documental. El fotoperiodismo ha visto como los cimientos que lo sostenían se han ido al carajo y se están reformulando. Estamos inmersos en la reinvención del medio fotoperiodístico. Pero la fotografía documental estuvo antes del periodismo, ha estado durante y estará después. Simplemente, no aparece en los medios de comunicación de masas ni en los soportes periodísticos, pero desde siempre ha sido el territorio donde ha fermentado el verdadero talento fotográfico. No hay nada más bello que la fotografía documental, y no hay nada, en teoría, más bello que el fotoperiodismo, pero ahora mismo está contaminado por cantidad de intereses espurios. Sin embargo, la fotografía documental, en su esencia, como entronca con la genética de lo fotográfico, que es esa especie de crónica incumplida de la realidad, sigue ahí, y sigue estando más que nunca. Nunca ha habido tanto talento en la fotografía documental como hoy en día, pero buscarlo en las grandes cabeceras es como buscar buena música en los 40 Principales.
“La fotografía documental ha sido, desde siempre, el territorio donde ha fermentado el verdadero talento fotográfico. No hay nada más bello que la fotografía documental”.

¿Y se puede vivir de la fotografía documental?
Digamos que se puede vivir de la fotografía en general y que no conviene alimentar el equívoco de que, si eres escritor y tienes facultades poéticas, puedes fiar toda tu suerte a la venta de poemas. De la fotografía se puede vivir, es duro, pero se puede vivir. Lo único es que yo aconsejaría a cualquier persona no depender de un único registro para llegar a fin de mes, porque eso te quita defensas.
“De la fotografía se puede vivir, pero yo aconsejaría no depender de un único registro, porque eso te quita defensas”.
Suele haber cierto pesimismo dentro de la propia profesión cuando se habla de ésto, de vivir de la fotografía.
Es complicado porque el medio está inflacionado, pero la fotografía la componen muchas facetas distintas. Uno puede estar haciendo un proyecto en la Antártida y vivir de la fotografía de bodas. Lo que sí es muy difícil es querer vivir de la fotografía, de lo que nosotros queremos hacer en fotografía, y además hacerlo sin que nos dicten la mirada y que nos paguen por ello.

Con Internet y las redes sociales, vivimos en una época de mucho “ruido visual”, estamos rodeados de imágenes y continuamente expuestos a ellas. En un contexto así, ¿cómo podemos llegar a la gente a través de la imagen?
Una fotografía no existe sin su soporte. Tal vez, para poder significarse, tenga que elegir un soporte en el que esté renunciando a targets amplios de gente en favor de la integridad de su discurso. En el caso de la música, por ejemplo, los grandes talentos de hoy día tocan en salas pequeñas, con auditorios de 40 personas. Vale más el entendimiento de una persona interesante que el aplauso de mil. Ahora mismo, la cuestión mediática está llena de badulaques indocumentados que son héroes por un día y consiguen auditorios amplísimos. Pero si uno mantiene la integridad de su discurso, si es algo de excelencia y significado, y además consigue grandes audiencias, pues perfecto. Pero ya vemos la noción de cultura que tienen las grandes instancias con algunos premios que se dan.
“Hay mucho analfabetismo visual. No distinguimos los discursos puramente promocionales de los meramente documentales o autorales”.
¿Nos puede la cultura del ‘like’ y la ambición por llegar a cuanta más gente mejor?
El problema que tienen los fotoperiodistas es que los han educado en la idea de que si no cuentas con la atención de un millón de espectadores es que lo que estás haciendo no funciona, y eso es un error, no es así, porque puedes estar en boca de todo el mundo y ser una actriz de tercera fila, y también puedes hacer algo muy hondo y muy sentido, y tener un target de cien o de mil personas. Antes parecía que lo que no se había publicado en cuatro cabeceras no valía nada. Ahora hay distintos foros de concurrencia donde la gente está haciendo auténticas maravillas con públicos de 1.500 personas. No son grandes audiencias pero es perfecto, yo lo veo hasta más natural que lo otro.
“Es verdad que hay mucho ruido visual, pero yo no tengo una visión derrotista de ello”.

¿El intrusismo es un problema en fotografía?
La fotografía se ha naturalizado y es un lenguaje universal que ya no es atributo sólo de profesionales. Y eso, aunque dentro de la profesión hay quien lo ve como un acto de intrusismo, es todo lo contrario. Lo interesante es que en fotografía nunca ha habido tanto tan bueno, en el sentido cultural, y nunca ha habido tanto tan malo. Es verdad que hay mucho ruido visual, pero yo no tengo una visión derrotista en ello. No soy un profesional despechado que hace de la fotografía un gueto y que considera a cualquiera un arribista. Al contrario. Me parece que estamos asistiendo a un proceso de naturalización de un lenguaje que es universal y que admite aproximaciones desde la profesión y desde lo personal. Y por cierto, muchas veces hace falta más talento y compromiso fuera de la profesión que dentro, porque dentro lo que hacen es pagarte por mirar y nada distrae más la mirada que el hecho de que te paguen por ella.
“Nada distrae más la mirada que el hecho de que te paguen por ella”.
¿Hay mucha imagen y poca fotografía?
Lo que hay es mucha imagen y poco espectador. Hay una enorme saturación visual. Tenemos una escasa capacidad para soñar bien la fotografía de los demás y una fotografía sólo es lo que sueñan los demás de ella. El debate no es si una foto es buena o mala, sino si una mirada es sensible o no es sensible. Hay cosas que están postuladas para no ser otra cosa que imágenes, eso va a estar ahí siempre. De lo que se trata es de saber distinguir. El problema que tenemos hoy en día es que hay mucho analfabetismo visual, no distinguimos los discursos puramente promocionales de los meramente documentales o autorales, lo mezclamos todo. Eso no pasa en literatura, por ejemplo, donde distinguimos sin problemas las sentencias publicitarias de los postulados literarios. Pero en fotografía no, hay mucho analfabetismo, y eso el sistema lo utiliza desde la publicidad para hacernos pasar por crónica lo que es puramente promocional. Hay mucho advenedizo, mucho arribista, muchos que se cuelgan la condición de fotógrafos… Todos sabemos escribir pero no decimos que somos escritores.
El retrato ha tenido mucha importancia en tu trabajo.
Sí, pero la verdad es que ya no me reconozco en esa pulsión. El retrato entendido con una intención más personal ocupó una fase muy importante en mi carrera, pero hace unos 10 años que no hago retratos de ese tipo. Es un género que me atrajo por la fascinación que sentía por algunos grandes retratistas. Me vi con capacidad de desenvolverme, con don de gentes, y quiero pensar que tenía cierta empatía, que es algo fundamental para hacer buenos retratos. Pero hay un momento en el que descubro mi propia fragilidad y pierdo la curiosidad por los demás. Arranca entonces una etapa en que todo lo que hago gira más en torno a mi propio yo, y no en torno a los demás.

Me vi con capacidad de desenvolverme, con don de gentes, y quiero pensar que tenía cierta empatía, que es algo fundamental para hacer buenos retratos. Pero hay un momento en el que descubro mi propia fragilidad y pierdo la curiosidad por los demás. Arranca entonces una etapa en que todo lo que hago gira más en torno a mi propio yo, y no en torno a los demás.
¿Qué papel ha jugado el retrato tu faceta documental?
En el reportaje puro y duro yo siempre he combinado el retrato con la instantánea, que son dos recursos distintos, pero al combinarlos enriquecen mucho la narrativa del documentalista. Hay mucho fotógrafo de acción que no tiene el atributo del retratista. El retrato hay que trabajarlo en una situación controlada, tiene que ser producto de un diálogo… “Manila” no es una sucesión de instantáneas, también hay retratos, de forma que de vez en cuando paras, estableces un diálogo con alguien, vuelves otra vez a la fugacidad del instante…
El retrato no es fácil, a pesar de lo que puede parecer en un primer momento.
Como profesor veo que el retrato es el género que más cuesta desarrollar a la gente porque un buen retrato es una cuestión extrafotográfica y extravisual. Dominando la luz y la composición puedes hacer buenas instantáneas, pero eso no te asegura hacer buenos retratos. No vale con tener atributos visuales, se necesita algo más, y ese algo tiene que ver con tener verdadera curiosidad por la gente, con ser desenvuelto, penetrante, empático…

Acabas de hacer referencia a tu faceta como profesor. ¿Qué te aporta la enseñanza?
La docencia ha venido a sustituir al fotoperiodismo y a mi faceta más comercial, que ha sido lo que me ha dado de comer durante muchos años y con lo que llegaba a fin de mes. Antes intentaba conciliar mi faceta más personal con las exigencias comerciales de mi trabajo y ahora mantengo la llama de la poética personal gracias a la docencia. Eso tiene una parte buena y una mala. La buena es que la mirada la tengo mucho más liberada, porque ya no tengo clichés comerciales que contaminen mi fotografía. Antes era muy difícil estar cubriendo una cárcel en Cochabamba y a la vez fotografiar a Siniestro Total sin acabar haciendo posar a la gente de Cochabamba como si fueran un grupo musical. La docencia me ha aportado también otra cosa buena, y es que me he vuelto un pequeño experto en lo que son nuestras dudas en el juego creativo. Pero también tiene otra cara, y es que es una actividad muy demandante, yo digo que mis alumnos me chupan la sangre, y a mí ser profesor me deja exhausto.
En “Todas las cosas del mundo” combinas la fotografía con tu otra gran pasión, la poesía.
Es un trabajo de introspección y mucha intimidad, y ahí están los dos registros. Pero es que para mí, en mi vida, la literatura es incomparablemente más importante que la fotografía. De hecho, de cinco años a esta parte escribo mucho más que fotografío, y leo mucho más. El tema no es circunstancial y no hay imposturas. En “Todas las cosas del mundo”, la poética de abstracción, no la visual, acaba conciliándose con mi imaginario visual pero desde unas líneas puramente emocionales. Lo que le da coherencia a ese proyecto es la atmósfera emocional que hay en todo. Pero huí de la doble página en la que aparece un poema y una imagen, porque al final se trata de dos registros que conviven en un corpus, el libro, pero no en la doble página. Evito el correlato entre texto e imagen porque no lo hay, no existe.
“De cinco años a esta parte, escribo mucho más que fotografío, y leo mucho más”.

Los cuadernos de Remo Vilado” es tu último proyecto, un trabajo que en tu web calificas de “insensato”. ¿Quién es Remo Vilado?
Remo Vilado es un alter ego, y va a haber Remo para rato, porque en este desdoblamiento de personalidad he encontrado una libertad creativa que yo mismo no tengo y en el que he podido vomitar cantidad de cosas que tenía larvadas dentro. Todo ha sido muy impremeditado y obedece a una sensación creciente que tengo de libertad personal en el acto creativo. Creo que todos somos muy malos gestores de la libertad que podríamos usar para crear, y lo digo porque estamos sometidos, consciente o inconscientemente, a muchísimos intereses espurios. Aunque no lo confesemos, queremos notoriedad, queremos dinero, queremos proyección de nuestro trabajo, queremos agradar en lugar de conmover…

¿Qué hay en esos cuadernos?
Es un proyecto literario del que yo he hecho público el registro visual, y eso da como resultado un trabajo que al final es un dietario de un alter ego con el que llevo conviviendo ya cinco largos años. Son una especie de libretas de artista, a modo de diarios visuales y escritos, cuyas páginas están emborronadas por el autor con fotografías y apuntes alocados. Y hay mucho por ver porque lo que ha salido a la luz es solo la punta del iceberg. También tengo una sensación de proyecto vital, de que ésto no es algo circunstancial. Remo ha llegado para quedarse y además me divierte mucho.
“Creo que todos somos muy malos gestores de la libertad personal que podríamos usar para crear”.
Gracias por tus palabras Ricky.
Enlaces de Ricky Dávila
Web de Ricky Dávila: http://rickydavila.com
Interesante artículo, me ha gustado mucho la parte del intrusismo, la forma de verlo como enriquecimiento de la cultura visual de la sociedad, es un punto de vista que muchas veces no nos paramos a pensar pero desde luego hace que cada día sea mas exigente el público al que sometemos nuestras imágenes.
Personalmente me encanta este tipo de fotografía documental, creo que es una buena forma de conocer más sobre el mundo. Así que me alegra que cada vez haya más artistas que se dediquen a ello, y además, cada uno aporta su toque personal. Siempre es bueno descubrir nuevos fotógrafos y sus obras.